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del Lager le había afectado demasiado. Las dos muchachas polacas, que desempeñaban (enrealidad bastante mal) las funciones de enfermeras, se llamaban Hanka y Jadzia. Hanka erauna ex Kapo, como se podía deducir por su cabellera que no había sido afeitada, y aún conmayor seguridad por sus maneras imperiosas. No debía tener más de veinticuatro años: erade mediana estatura, de piel olivácea y de rasgos duros y ordinarios. En aquella atmósfera depurgatorio, llena de sufrimientos pesados y presentes, de esperanzas y de compasión, sepasaba los días delante del espejo, o limándose las uñas de las manos y los pies, opavoneándose ante el irónico e indiferente Henek.Era, o se consideraba, de más alto rango que Jadzia; pero la verdad es que hacía faltabien poco para ganar en autoridad a una criatura tan insignificante. Jadzia era una muchachapequeña y tímida, de tez de un rojizo enfermizo; pero su envoltorio de carne anémica estabaatormentado, herido desde su interior, agitado por una secreta y continua tempestad. Teníaganas, deseo, necesidad insoslayable de un hombre, de cualquier hombre, de prisa, de todoslos hombres. Todo macho que aparecía en su radio de acción la atraía, pesadamente, como lacalamita atrae al hierro. Jadzia se quedaba mirándolo con ojos encandilados y atónitos, seponía de pie en su rincón, iba hacia él con paso inseguro de sonámbula, se arrimaba a él; si elhombre se alejaba, lo seguía a distancia, en silencio algunos metros, luego volvía, con los ojosbajos, a su inercia; si el hombre la esperaba, Jadzia lo envolvía, se lo incorporaba, tomabaposesión de él, con los movimientos ciegos, mudos, trémulos, lentos, pero seguros quemanifiestan las amebas bajo el microscopio.Su objetivo primero y principal era, naturalmente, Henek: pero Henek no la quería, laescarnecía, la insultaba. Aunque, como chico práctico que era, no se había desentendido delasunto y había avisado a Noah, su gran amigo.Noah no vivía en nuestra sala, y en realidad no vivía en ningún sitio sino en todos. Eraun hombre nómada y libre, feliz con el aire que respiraba y con la tierra que pisaba. Era elScheissminister de la Auschwitz libre, el ministro de las letrinas y los pozos negros: pero apesar de este oficio evacuatorio (que, por otra parte, había asumido voluntariamente) nohabía en él nada de sucio, o si algo había, estaba sobrepasado y bordado por el ímpetu de suvigor vital. Noah era un pantagruel jovencísimo, fuerte como un caballo, voraz y salaz. ComoJadzia deseaba a todos los hombres, así Noah deseaba a todas las mujeres: pero mientras latenue Jadzia se limitaba a tender a su alrededor sus inconsistentes redes, como un moluscode roca, Noah, pájaro de alto vuelo, surcaba de la mañana a la noche todas las calles delcampo subido en su carro repugnante, restallando la fusta y cantando a voz en grito: el carrose paraba delante de la entrada de cada Block y, mientras sus subordinados, sucios y fétidos,desempeñaban entre blasfemias su inmundo trabajo, Noah se iba por las salas de las mujerescomo un príncipe de Oriente, vestido con una chaqueta extravagante y variopinta, llena deremiendos y de alamares. Sus citas de amor parecían huracanes. Era el amigo de todos loshombres y el amante de todas las mujeres. El diluvio había pasado: en el cielo negro deAuschwitz, Noah veía brillar el arco iris, y el mundo era suyo, para repoblarlo.Eran Vitta, o Eran Vita, como la llamaban todos, amaba, por el contrario, a todos losseres humanos con un amor fraternal. Frau Vita, de cuerpo deshecho y dulce rostro claro, erauna joven viuda de Trieste, medio judía, superviviente de Birkenau. Pasaba muchas horas junto a mi cama, hablándome de mil cosas al mismo tiempo, con volubilidad triestina,riéndose y llorando: tenía buena salud, pero estaba profundamente herida, llagada porcuanto había sufrido y visto en un año de Lager, y en aquellos últimos días horribles. Lahabían «asignado» al transporte de los cadáveres, de los pedazos de cadáveres, de miserablesdespojos anónimos, y aquellas últimas imágenes le pesaban encima como una montaña:quería exorcizarlas, limpiarse de ellas arrojándose de cabeza en una actividad tumultuosa. Era
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Un libre terrible donde se nos muestra la verdadera cara de la humanidad